miércoles, 11 de marzo de 2009


La historia de Nastagio degli Onesti. 1483. (cuadro I. parte 2ª)
Témpera sobre tabla
Alessandro Botticelli y pintores de su taller (Bartolomeo di Giovanni y Jacopo del Sellaio)



Es el rojo el color más atrayente. Tanto que según los estudiosos, por ese motivo en particular, consideran que es el primer elemento cromático del espectro visible que tuvo significante en las primeras lenguas humanas. El rojo es además el color complementario del verde. Por tal condición, ambos colores se estimulan recíprocamente, al igual que el azul del agua y el cabello de la participante en esta escena. Debe considerar el lector que una superficie pintada en dos áreas iguales, una de un rojo intenso y otra de un verde también de alta intensidad, produce una sensación estridente. Lo mismo sucede con el naranja y el azul en esas mismas condiciones. No obstante, esos mismos colores se pueden armonizar si reducimos a una pequeña superficie uno de ellos, con toda su fuerza, y dedicamos una gran superficie al otro en una intensidad moderada. La fuerza de un color se puede expresar con un tecnicismo: saturación. A mayor saturación mayor intensidad. No es lo mismo el rojo de una teja al de una amapola. El primero es de baja saturación; el segundo es, prácticamente, el propio de la más alta. En esta obra que comentamos, se encuentra el color de las calzas de Nastagio en contraste con el verde del bosque; más oscuro también este último que la tonalidad particular de aquél. Hay que decir por lo tanto cómo un pigmento de alta saturación se puede atenuar en intensidad. De varias formas es la respuesta. Por ejemplo, aclarándolo con blanco o añadiéndole su complementario, o de ambas formas a la vez, lo que equivale a convertirlo en un matiz más o menos agrisado, más o menos de la apariencia de una teja, y hasta convertirlo en un gris neutro (ni verde, ni rojo) si las proporciones de ambos colores son las adecuadas, matiz que se puede aclarar con la mezcla de blanco. Lo que Botticelli ha conseguido con el rojo de las calzas y con los demás rojos de la obra es destacarlo al oponerlo en alta intensidad a un verde poco saturado, de poca fuerza cromática. De la figura femenina, ya hemos hablado; pero queda decir que las rectas diagonales que aparentemente forma con la postura de su cuerpo destacan obviamente de las verticales y horizontales de la obra, atrayendo así la mirada del observador; y que si, generalizando, una línea diagonal presente en una obra como el eje axial de un ser humano rebasa determinado ángulo de inclinación, la misma parecerá venirse al suelo, caer sobre el mismo. Note el lector que la línea inclinada aparente que sugiere la figura femenina de la obra, es además reforzada por una mayor correspondiente al cánido. Esto hace que el equilibrio del conjunto formado por ambos parezca desplomarse, desestabilizarse.

(Continúa)

Aurelio.

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